sábado, 7 de septiembre de 2013

La Fatalidad

Saludos.

Tengo que empezar diciendo que soy ateo.

Soy ateo por elección, aunque fui criado bajo el modelo estrictamente católico, apostólico y romano. Después me volví agnostico, es decir, creía en un ser supremo pero no lo llamaba por ningún nombre. De ahí a mi actual ateismo, solo tuvieron que pasar unos pocos años y sacar algunas conclusiones.
No tengo nada en contra de las religiones del mundo.

Es solo que desde que recuerdo, he sido un fatalista.

Cuando estaba en la carrera llevamos una materia llamada termodinámica, donde existe el concepto de la Entropía.
En palabras de cualquier maestro, te dirán que es "la tendencia al desorden en un sistema" y citarán varios ejemplos: que si empiezas a calentar agua se evaporará, que si arrojas un vaso al suelo, se romperá en pedazos. La entropía es ese camino que todas las moléculas quieren seguir si se les da la oportunidad: Los átomos de agua unidos en forma líquida, al adquirir energía se separarán unos de otros, hasta que lleguen a convertirse en un gas que llamamos vapor de agua a 100ºC. De continuar la adición de energía en forma de calor, hasta llegar a los 1000ºC, el hidrógeno y el oxígeno se separarán. Ávidos de energía, los atomos del gas se expandirán aun más lejos, convirtiéndose en plasma, el estado físico de las estrellas. Y dentro de las estrellas, la fisión nuclear rompe los átomos en partículas elementales. La energía que nos da vida, viene del cambio fundamental de la materia, de la muerte de un estado anterior. Aun las estrellas agotan su energía en algún momento, colapsan y se convierten en agujeros negros.



Ya que la energía no es infinita, cuando el ritmo de expansión disminuya y la energía del Big Bang se haya agotado, podría comenzar una etapa de "congelamiento" en la que solo habría oscuridad. O si la expansión tiene un límite podría empezar una implosión que nos lleve al Big Crunch, una condensación similar a la que el vapor de agua experimentaría si se agotara la fuente de energía que mantiene sus moléculas separadas.

De una forma u otra, el universo está destinado a morir.

Todos vamos a morir, tarde o temprano, pero es una verdad irrefutable. No es ningún secreto.


No creo que "el universo conspire para hacerte feliz" o que "si decretas que algo ocurrirá, así será".

Tampoco creo en "la suerte", si bien la probabilidad y la estadística señalan que cuando las variables correctas se cumplen, cosas poco probables pueden ocurrir.
El universo es un lugar donde la vida es solo otro fenómeno más, tal vez sea la maravillosa coincidencia de variables que permite que tu y yo en este momento estemos aquí, yo escribiendo y tu leyendo.


Cuando un feto se gesta, el universo es un lugar cálido y oscuro, lleno de sonidos familiares y alimentos siempre disponible. Para un bebé, los brazos de su madre son la continuación de ese universo. Mientras ella esté ahi para dar protección y alimento, todo estará bien. Conforme crecen, muchas personas jamás se cortan el cordón umbilical. Es por eso que la muerte de la madre es mucho más trágica que la del padre. Otras personas entienden que la vida la hace uno mismo y depositan esa necesidad de recibir amor del universo, en otras personas, ya sea la pareja o los hijos.
Que maldición cuando un padre ve morir a un hijo, que espanto cuando ocurre ese rompimiento de la línea del tiempo natural, la tranquila certeza de que "primero mueren los viejos" y observa como el universo parece romper sus propias leyes y burlarse

Definitivamente el universo no tiene interés en ti y en mi.

Si mañana muero aplastado por un piano o por la caida de un rayo, para ti la vida seguirá.
De igual manera, nuestra existencia misma es irrelevante para un universo en el que no podrías mirar al sol de frente en el espacio sin que te cocinara toda la radiación que emite, eso siempre y cuando pudieras sobrevivir al vacío sin que te explotaran las entrañas o te congelaras al instante.


El universo es un lugar enorme, helado y oscuro al que no le interesa tu existencia ni la mia. Ni siquiera la de nuestro planeta.

Esta sencilla verdad sobre la naturaleza efímera de nuestro ser, sobre lo insignificante y humilde de nuestras vidas, se ha convertido en el miedo a la muerte que ha acompañado a la humanidad desde que tuvo consciencia de ella. Es la certeza de que al final, no quedará nada de nosotros.

Para aliviar este temor, fueron creadas las religiones. En el canon occidental, "si eres bueno y obedeces las leyes divinas, cuando mueras te irás al cielo" se le dice a los niños. Un coro de niños sonrosados con aureolas y arpas, la mirada benévola de un anciano barbado o un paraiso donde no hay contaminación, o incluso en otro planeta donde el alma (en la cual no creo) migrará.
Todas hablan siempre de una "vida eterna" donde no hay problemas
Y no, tampoco creo que "La Muerte" en sí sea una especie de entidad con cara de calavera a la que le puedas pedir ayuda. Sería tanto como creer que se le puede rezar a una reacción química para que no ocurra.

Por mi está bien que la gente crea en lo que alivie su alma, y mas importante aun, que crea en lo que la haga convertirse en mejor persona.

Pero a pesar de lo fuerte de sus creencias, en el interior de cada persona sigue existiendo la certeza de que este destino es ineludible. Como si los seres humanos tuvieramos en el cerebro un eco del desdén del universo, avanzamos por la vida atropellando al que se atraviesa, contaminando nuestra agua y nuestro suelo, matando a los últimos animales que quedan, en una carrera de detrucción de la que solo la muerte nos podría dar el anhelado alivio y el abrazo tibio que empezamos a extrañar el día que nacemos. "¡Que se acabe todo de una vez!" "¡A gozar que el mundo se va a acabar!" pareciera ser el pregón de nuestra generación: Cuando la religión ya no da consuelo al sufrimiento (causado por nosotros mismos) nos volcamos a la evasión: frivolidades que nos den placer, distractores como los teléfonos inteligentes, cantidades anormales de grasa y azucar (no podemos decir que nos alimetamos bien, pero nos llenamos la panza), drogas duras o recreativas que nos hagan olvidar el destino final que nos espera.

Tal vez aquellos que escuchan esos ecos y se dan por vencidos, realmente desean morir. Tal vez esa actitud cínica y pasiva que se escucha tan frecuentemente, es uno de esos ecos.


Si el universo es solo una enorme masa informe y cósmica que si nos ve, lo hace como mera curiosidad, si nuestra existencia en medio del voraz vacío es tan pequeña y carente de esperanza, si nuestros afanes no recibirán ninguna recompensa ¿Vale la pena oponerse?


Mi respuesta es sencilla: SI

Si nosotros somos lo único que se interpone entre la desolación de nuestro ser, de nuestra casa, de nuestro barrio, de nuestro país, de nuestro planeta o del universo mismo, entonces se vuelve aun más importante plantarle la cara y oponerse. Si la vida no tiene propósito de facto, está en nuestras manos dárselo.

El día que yo muera, me convertiré en pasto de gusanos y nada quedará de mis pensamientos, salvo en la memoria de quienes me conocieron y me escucharon. Por mas monumentos y mausoleos que se erijan en el nombre de una persona, al final el tiempo nos cubrirá de olvido a todo por igual.

Lo único que nos queda por hacer en este breve periodo de conciencia en que estamos presentes en el universo, es entender la importancia de nuestras acciones pequeñas y humildes, las cuales hacen breves diferencias entre quienes tocan nuestras vidas y ese enorme, avasallador y helado universo indolente que nos rodea y que al final, acabará con nosotros.

Esto es en lo que creo.

Esta es mi visión de la existencia.

Este es mi testamento.

¡A volar!

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